Uno de los tratamientos más comunes de la reproducción asistida es la inseminación artificial, también es conocida como inseminación intrauterina, que consiste en colocar a los espermatozoides previamente seleccionados en el útero para incrementar las posibilidades de éxito de lograr un embarazo.
La calidad del semen es un factor que determinará el resultado final. El semen debe ser preparado en el laboratorio para separar los espermatozoides móviles del resto de componentes como la plasma seminal y otras células.
Esta técnica se puede llevar a cabo de dos maneras:
Para aumentar las posibilidades de embarazo se deben estimular hormonalmente los ovarios con medicamentos que induzcan una ovulación múltiple y debe controlarse la ovulación para determinar cuál es el mejor momento para realizar la inseminación.
Se aplica la hormona gonadotropina coriónica humana (hCG) para desarrollar un número de folículos y que se alcance la maduración final del óvulo para programar el proceso de inseminación.
Se seleccionan los espermatozoides que sean de mejor calidad para eliminar aquellos que estén muertos, inmóviles o sean lentos. Para utilizar aquellos que garanticen una adecuada inseminación.
Después de que se realiza la ovulación se procede a la inseminación intrauterina, es decir, depositar el esperma dentro del útero mediante una cánula. Se utiliza un espéculo vaginal estéril para localizar el cérvix e introducir la muestra de la mejor manera.
Al terminar el procedimiento la paciente debe permanecer 10 minutos en reposo, después de ese tiempo se podrán realizar las actividades diarias con normalidad y se deben esperar hasta 2 semanas para realizarse el examen de sangre y conocer el resultado positivo o negativo del embarazo. Debido a la sencillez de la técnica, en caso de no obtener éxito se puede repetir a lo largo de varios intentos.
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